La biblioteca fantasma

Frans Masereel: novelas sin palabras (I)

Por El Rufián Melancólico


Frans Masereel nació en 1889 en una pequeña ciudad marinera de la costa belga, en Blankenberge. Era el segundo hijo de Frans Jaak, un músico de 42 años que vivía cómoda y holgadamente de sus rentas. En su casa se hablaba en francés y eran conocidos por sus vecinos como una familia de ideas liberales y librepensadoras. En 1894 los Masereel se trasladaron a la cercana ciudad de Gante, la ciudad de las tres torres. Aquí fue donde Frans Masereel descubrió su vocación de pintor y dibujante. Él mismo diría muchos años después que se inició intuitivamente en el momento que pudo sostener un lápiz entre sus dedos.

En 1907, cumplidos los 18 años se matriculó en la Academia de Bellas Artes de la ciudad. De su paso por ella nunca olvidaría a dos profesores. Uno sería el director de la Academia, Jean Delvin, que además de enseñarle el oficio de pintor le abrió los ojos a la nueva y pujante pintura flamenca. El otro profesor, Jules de Bruicker, le inició en el dibujo a tinta china del natural. Una práctica que requiere capacidad de síntesis y decisión y certeza en el trazo de cada línea y cada mancha. Masereel siempre reconocería que fue Jules de Bruicker quién realmente le enseñó a ver la vida con ojos de artista. De estos profesores recibirá también un buen consejo: no echar raíces en la Bélgica provinciana y marchar cuanto antes a París.

Masereel llegó a la ciudad del Sena en 1910 con su prometida, Pauline Imhof, con la que un año más tarde se casaría. Se alojaron en el número 3 de la rue Navarre, en el V arrondissement. Aquí se entregará incansable a la pintura y sobre todo al dibujo, pues es gracias a su habilidad y maestría con los lápices y la tinta como se introduce rápidamente en pequeños periódicos y revistas.

Aunque su mayor sueño es publicar en L`Assiette au Beurre, una revista de corte satírico y radical que dirige un activo propagandista de las ideas libertarias llamado Henry Gilbeaux, Masereel no lo conseguirá. En el momento en que se prepara por fin un número especial ilustrado por él en solitario la revista se ve obligada de imprevisto a cerrar. El encuentro de Gilbeaux y Masereel resultará, sin embargo, decisivo. Además de ejercer una profunda influencia en su ideología y en sus concepciones artísticas, Gilbeaux, introducirá a Masereel en los círculos libertarios parisinos y le presentará a sus amigos escritores como Stefan Zweig, quien a su vez le pondrá en contacto con Romain Rolland, León Bazalgette, Rainer Maria Rilke y Emil Verhaeren.

Henri Barbusse, [], Stefan Zweig y Cyrille Buysse

El compromiso de Masereel con su propio arte es firme. No es un habitual de los cenáculos y tertulias de pintores ni tampoco un bohemio recién llegado y deslumbrado por París. Masereel entrega disciplinadamente sus horas a su oficio y aunque reniega de toda formación académica, estudia incansable a los grandes maestros grabadores alemanes del siglo XV. A los que trabajaron con buriles sobre planchas de cobre y, sobre todo, a los que seguían apegados a la tradición medieval y trabajaban con gubias y cuchillos sobre tacos de madera.

Admirará a Durero y su prodigiosa técnica, pero guardará su entusiasmo y complicidad con las estampas de Hans Holbein o o aquellas otras más rústicas del Arte del bien morir de Ulm, las danzas macabras o las manifestaciones más humildes de este arte, como las estampas de los viejos juegos de naipes, las imágenes de Epinal o las Biblias Pauperum, Biblias pobladas de estampas para uso de los pobres y los analfabetos. Historias sin palabras.

Dice la leyenda, que fue un tal Queatre Boeufs, representante comercial de materiales para artistas, quién enseñó a Masereel los rudimentos del viejo oficio del grabado sobre madera. La xilografía.

Ilustración para La feuille

El inicio de la llamada Gran Guerra en 1914 lo sorprende en Bretaña. Tres días más tarde regresa a Gante junto a su familia, pero apenas puede permanecer unos meses junto a ellos. Antes de la incursión de las tropas alemanas en Bélgica Masereel se marcha a Dunkerke y desde allí se traslada a pie hasta París. A diferencia de otros muchos artistas de su generación, que verán en la guerra cumplirse los sueños y profecías de Nietzsche y se lanzaran entusiasmados a ella -como un Otto Dix o un Max Beckmann en Alemania- o los que lo harán por una idea de patriotismo -como Apollinaire o Derain en Francia- Masereel abominará de la guerra desde el principio y no transigirá en su condena. Para él no hay bandera, patria o causa alguna que justifique la gran matanza que se avecina. La guerra es para el joven artista la mayor catástrofe del hombre. Fiel a sus convicciones morales se convertirá en un prófugo del ejercito belga, que lo reclama reiteradamente.

En el otoño de 1914 el ambiente de París se le hace irrespirable y su defensa a ultranza del pacifismo, además de procurarle numerosas enemistades y disgustos, empieza a ser peligrosa.

A finales de 1915 abandona su casa de la rue Navarre tras conseguir un visado extraordinario de extranjero y se refugia en Ginebra junto a su amigo Henry Gilbeaux. Su primera decisión es apuntarse como colaborador voluntario de la Cruz Roja Internacional. Muy pronto las imágenes del horror en los campos de Europa, sus millones de muertos y mutilados, las bombas incendiarias, los gases y las ratas, emularan y superaran a aquellas otras visiones dantescas de muerte y destrucción de las estampas medievales. La danza macabra ha comenzado. Los dibujos de Masereel se pueblan de miles de soldados desfilando camino del matadero por culpa de la avaricia de sus Estados. Les veremos abandonando sus pueblos y ciudades, sus oficios y sus familias, les veremos morir cosidos a las alambradas e iluminados violentamente por los resplandores de las granadas. Sus gubias de grabador también señalaran a los culpables y darán forma a los rostros de los mercaderes de la guerra, a sus voceros y a sus demagogos. Tampoco tendrá piedad con los vicios y costumbres de una clase que se enriquece sin escrúpulos a costa de la guerra.

Masereel no estará solo en esta barricada. Al igual que Henry Gilbeaux se vincula a los grupos pacifistas que alienta y encabeza en Ginebra el escritor Romain Rolland. Su integridad, su energía, su prestigio, acrecentado tras la difusión de su famoso panfleto Au dessus de la mêlée, su erudición y su calor humano para los refugiados, cautivarán profundamente a Masereel.


“Raramente he encontrado alguien que, a pesar de tener una salud enfermiza, fuera capaz de una actividad tan grande”. Romain Rolland también dejará escrita su impresión del artista: “Un hombre atlético, con barba negra y gafas. Es reservado como un español. En realidad, es un flamenco de Gante. Sólo tiene 28 años, pero podría parecer de 35. Es muy simpático, fundamentalmente bueno e incapaz de la menor bajeza. No entiende lo que pasa actualmente y eso le llena de horror”.

El horror que lo atormenta es sin embargo fecundo. En 1916 encontramos ya sus estampas y sus dibujos contra la guerra en las revistas Demain, que dirige Guilbeaux, y en Les Tablettes, fundada por el propio Masereel junto al anarquista Claude Le Maguet, seudónimo de Jean Salives. Un año más tarde, en 1917, colabora con el periódico Le Fuille, una humilde y sencilla hoja que lanzará su acusación diaria a los gobiernos beligerantes entre agosto de 1917 y agosto de 1920.

En el verano de 1917 da a las prensas sus primeras suites de grabados: Debout les morts y Les morts parlent. Se hace inevitable al mirarlos pensar en Goya y sus desastres de la guerra. Eternas estampas de la brutalidad, el miedo, el dolor y la muerte, acompañadas por la sonrisa triunfante de las calaveras. Apocalipsis del Marne, del Somme o de Verdun. Sus preguntas a que es lo que lleva al hombre a tal extremo de maldad las intentará responder en su primera novela sin palabras, 25 images de la passion d´un Homme, que publicará al año siguiente las Editions du Sablier, editorial fundada en Ginebra por el propio Masereel junto a su amigo René Arcos. Como sucederá en sus próximos trabajos el peso del relato se estructura ya a lo largo de varias secuencias mudas que se interrelacionan entre ellas y dan lugar a un discurso narrativo, a un argumento.

En 1918 coincidiendo con el final del conflicto saca a la luz Mon livre d´Heures, con un prólogo de Thomas Mann. Esta obra, que será más tarde conocida como El viaje apasionado, es la manifestación más refinada y entrañable de su ironía, su desazón y su lirismo. Masereel se muestra ya plenamente seguro de sus medios y dueño de un estilo propio y original. Se caracteriza por su aparente sencillez y una gran fuerza expresiva. Una sobriedad formal que sin embargo revela una maestría excepcional en la distribución exacta de los blancos y los negros, una particular forma de conjugar el aliento expresionista de la xilografía de vanguardia de los Kirchner, Heckel, Nolde, Felix Muller… y el rigor constructivo de la vanguardia cubista. Su habilidad y su originalidad para describir con imágenes sus sueños, sus añoranzas y su visión del mundo no pasará desapercibida para un galerista tan avispado y decisivo para su época como el alemán Alfred Fletcheim.

L`Idee es una brillante y triste parábola del pensamiento del creador

En 1919, al tiempo que aborda la realización de nuevas estampas xilográficas, retoma con fuerza los pinceles y expone por vez primera sus grabados, acuarelas y pinturas en la librería Kundig de Ginebra. Un año más tarde, en 1920, publica dos de sus mejores y más reconocidos trabajos. Histoire sans paroles y L`Idee, que editarán simultáneamente las editions du Sablier en París y su nuevo admirador y editor alemán, Kurt Wolff, en Múnich. Al igual que sucedía con La passion d`un Homme y Mon livre d´Heures, el protagonista de estas nuevas narraciones es claramente un alter ego del propio artista. Un Masereel muy fácilmente reconocible por su figura larguirucha y desgarbada, su euforias desbordantes ante la belleza de la vida o el amor de una mujer y sus depresiones y desesperanzas ante la desgracia, la maldad y la crueldad. L`Idee es una brillante y triste parábola del pensamiento del creador. Un autorretrato que nos previene sobre la frágil coherencia con nuestras propias ideas y el destino incierto de nuestras obras. También durante este mismo año Masereel ilustra numerosos libros de sus amigos escritores como Le dernier homme de Andreas Latzko, Der Zwang de Stefan Szweig o el Pierre et luce de Romain Rolland.

Edición digital de
Geschichte ohne Worte

En 1921 el nombre de Frans Masereel es ya muy popular en Alemania gracias a las cuidadas ediciones de Kurt Wolff. En octubre viajará invitado por éste a Múnich y a Berlín, donde conocerá a George Grosz, que se le declara como un apasionado admirador de su obra. Conocerá también al escritor Arthur Holischter, al que años después ilustrará su Baedecker de los locos, libro que en España publicará tardíamente las ediciones Cénit. Entre las figuras de esta izquierda cultural de la Alemania de Weimar que ahora le rinde honores no puede faltar el mítico galerista Alfred Fletscheim, que le abre las puertas de sus galerías en Berlín y en Düsseldorf.


1921 será también el año de la publicación del primer libro ilustrado por Masereel en España: Algunos secretos del corazón, un conjunto de relatos cortos de Henry Barbusse que editará Rafael Caro Raggio.

En 1922 decide abandonar Ginebra y regresar a París. Lo hace clandestinamente, como un vagabundo, pues a diferencia de lo que sucede con otros refugiados a él se le sigue negando el pasaporte belga. Sólo en 1928 y gracias al arquitecto Henry van de Velde, Masereel legalizará su situación. En este año de 1922 se publica en Alemania la primera monografía dedicada a Masereel. Los textos los suscriben Stefan Zweig y Arthur Holitscher. Masereel parece hallarse en estado de gracia. Cada nueva entrega de sus “historias sin palabras” parece superar a la anterior. Esto es lo que ocurrirá cuando a finales de este año publique La ville, una densa y poderosa radiografía de la ciudad moderna. La nueva Babilonia que nos presenta Masereel surge de las ruinas de la guerra con todo su esplendor y su miseria y se revela ante nuestros alucinados ojos como un espectáculo fascinante a lo largo de 100 estampas. Su mirada, a veces tierna, a veces despiadada, pero nunca indiferente, nos arrastra entre una multitud humana por calles saturadas de anuncios y automóviles que se ven violentamente iluminadas por radiantes neones; visitamos los comercios, los cines, los juzgados, los mítines y manifestaciones sindicales, las oficinas donde se encorvan los funcionarios, entramos en los bancos y en la Bolsa, templos modernos donde se amasan o se pierden las fortunas, también en los cafés y en las tabernas, en los prostíbulos y en los hospitales donde agonizan los enfermos, en las sórdidas viviendas de los proletarios y en las mansiones suntuosas de los ricos. Nada ni nadie escapa a su mirada; suicidas, prostitutas, artistas de circo, tragafuegos, asesinos, criadas, músicos de jazz, comerciantes usureros, pequeños y grandes burgueses, mujeres, niños, ancianos, perros, gatos…


La ciudad de Frans Masereel es sin lugar a dudas una de las grandes obras del arte gráfico del siglo XX, el panóptico lúcido de una ciudad que puede ser París, pero también Berlín, Bruselas o Londres, una ciudad universal que se agita y se retuerce esclavizada por su propio dinamismo.

En 1925, tal vez huyendo de este Leviathan moderno, Masereel se instala en una casa de pescadores cerca de Boulogne–sur Mer. Se diría que retorna así a los paisajes de su infancia en Blankenbergen. Sus lienzos y acuarelas se llenan de costas, arrecifes, puertos, marineros…Una atmósfera serena y en ocasiones dulce nos sorprende en muchos de sus cuadros. Son imágenes que a diferencia del dinamismo dramático de sus grabados permanecen quietas, serenas. Imágenes teñidas por la melancolía de su infancia frente al mar, su paraíso perdido.


En los años siguientes Masereel obtiene el reconocimiento unánime del mundo del arte europeo. Sus exposiciones se encadenan: Ámsterdam, Bruselas, Berlín, Múnich, París, Londres, Praga, Budapest, Moscú…

Un Comentario

  1. el rufián melancólico

    ¡Buen trabajo! Bremaneur. Una edición de lujo. Lo de incluir completa su «Historia sin palabras» es una maravilla. Estoy emocionado.

  2. Gongren

    ¡Excelente! Enhorabuena, Rufián y Brema. Por casa corre un catálogo que publicó el IVAM a principios de los noventa, <>La época heroica,<> dedicado a los futuristas rusos, checos y húngaros. Muchas de las xilografías de Masereel tienen un aire similar al de los neoprimitivistas rusos. A ver si tengo tiempo para escanearles alguno.De momento, les dejo con un poemita de Velímir Jlebnikov,* poeta futuriano –que no futurista:CASTILLO DE AXXVINosotros, escritores del cuchillo;nosotros, pensadores con la panza,sabios del pan negro,del sudor y del hollín,sacerdotes de la carcajada;nosotros, mercaderes de celestes ojos negros,pródigos del oro de las hojas otoñales;nosotros, ricachones de los amarillos ducados del árbol;nosotros, violinistas del dolor de muelas;nosotros, enamorados de las agujetas;nosotros, enamorados del resfriado,mercaderes de la risa,cantores del hambreglotones del año pasado,borrachos de la víspera,amantes de la cañería de desagüe,sabios del mendrugo,pintores del tizne,contables de las chovas, de los cuervos,acaudalados de la aurora…¡Todos, todos nosotros somos zares hoy!¡Diletantes del estómago,profetas de los calzones sucios,explanadores de las comidas de ayer…!*<>Antología poética y estudios críticos,<> edición a cargo de Javier Lentini. Barcelona: Laia, 1984.

  3. Rufián

    He colgado por error un post en la última entrada de Conchita respondiendo a comentarios de Gongren y Gotigot. Si Brema puede recuperarlo y traerlo aquí me ahorro escribirlo de nuevo y si no ya saben donde está.

  4. Gongren

    Estimado Rufián:Sí, aquella exposición fue para mí todo un descubrimiento. Las pocas referencias que tenía del futurismo y las vanguardias de entreguerra eran de manual y, cuando pude ver aquellas obras a menos de un palmo, me quedé sorprendido de la pasión y la urgencia con la que se habían realizado. Unos años después, el IVAM volvió a la carga con una exposición de los fotomontajes de Heartfield. Y ahora intento buscar un par de días libres para ver la exposición de Giorgio de Chirico. Pero me dejo de zarandajas y les cuelgo otro de los poemas del pirata futuriano Jlebnikov:LA GUERRA EN LA RATONERA<>(Fragmento)<>¿Os acordáis? Ordené a los cepillosde los limpiabotas separar a la Osa Menorde las suelas de mis zapatos.Le arrojé un ochavo al universo y luego, ansioso,hice un picadillo con las palabras viejas.Allí, donde la caballería de los siglos labrabalos campos hirsutos de auroras blancas,ordené al cuervo ser el ala,lanzándolo secamente al cielo: «¡Muere, te lo ruego!».Y, cuando más tarde, me obstiné,para mejor reír y por más tiempo,en romper, como una caja de cerillas, a todo el género humano,me puse a leer poemasy vi cómo el globo terráqueo estabasoberbiamente atrapado por la garra del loco.

  5. Gongren

    Por cierto, Goti Goti, le agradezco la referencia: tomo buena nota. A ver si lo encuentro pronto.

  6. El post del Rufián

    Rufián dijo… La última reseña de Gotigoti en la anterior entrada, con la aparición de nuevo de Drieu la Rochelle, nos vendrá muy bién cuando aparezca la segunda parte de esta silueta: el Masereel del Paris treintista y de los viajes a Moscu. Los días antifascistas del artista flamenco. Me apunto el libro que recomienda que no lo tengo. Gracias Gotigoti. Gongren. Muy bién vista la relación con las estampas de ciertos futuristas rusos, muy inspirados también éstos en su magnífica imaginería popular. El catalogo de la exposición que menciona es una joya. Fue gracias al IVAM de Carmen Alborch y Vicente Todolí como se dió a conocer de primera mano y en este país, la vanguardia rusa y lo mejor del arte de Vanguardia europeo de entreguerras. La lista de artistas y movimientos expuesta sería interminable. En los años de Bonet en el IVAM se planteó la posibilidad de hacer una exposición antologica de Masereel pero el proyecto pronto naufragó. El poema me gusta mucho. Es una canción, como le diría yo… ¿futurismo- pirata? Una bocanada de nihilismo encendido, otro rastro de carmín. Entrando por esa puerta nos encontramos frente al Gabinete del doctor Caligari pero también al Frans Masereel más gotico.

  7. Bremaneur

    Rufián, ayer le envié un correo electrónico, pero creo que no le llegó. Lo intento de nuevo esta noche. Disculpen, pero ando algo ocupado comprando hábitos y cilicios.

  8. Bremaneur

    Frans Masereel vive arriba, en la cima de la colina. Bajo sus ventanas cae, en cascadas continuas, hasta el valle, el barrio pobre del arrabal norte.¡Cuán singular esta ciudad! Se mece en un fácil bienestar, se resarce con fáciles ganancias de la miseria y de las aflicciones pretéritas, se deja arrastrar por una modesta alegría de vivir que hacia el centro va aumentando en intensidad y en ardor y no deja transvasar nada del fango primitivo, como sucede, por ejemplo, en Berlín. No oye acercarse el Destino; un extranjero tiene que gritárselo al oído.Con Masereel, el grave flamenco ascético y delgado, sumido en su trabajo, monje y artesano de la violenta época de Ujlenspiegel, dialogo muchas veces sobre este fenómeno inexplicable: seis años después de la guerra, siete y seis y cuatro y dos después de las revoluciones que han conmovido a Europa, hay otra vez artistas, poetas e intelectuales que viven explotados, cínicamente subyugados, empobrecidos, y sucumben pasivamente como si tal fuera su destino; hombres y mujeres jóvenes que arrastran, resignados, su existencia declinante. Y a su lado triunfan los parásitos.Arthur Holitscher. <>El Baedeker de los locos<>

  9. el rufián melancólico

    ¿Hábitos y cilicios? ¿Que penitencia purga usted, amigo Bremaneur? Me deja perplejo. Sea tolerante con sus pecados. las únicas locuras de las que debemos arrepentirnos son aquellas que no cometimos. Todavía estamos a tiempo.He repasado otras estampas gráficas de la que fue llamada la Gran Guerra. Impresionantes las de Otto Dix que la sufrió como soldado alemán de primera línea y que nos dejó un testimonio gráfico de una calidad y verdad indiscutible. Sobre estos trabajos se realizó una exposición en Guernica en 1987 con motivo del 50 aniversario de su bombardeo. El catalogo editado para la ocasión cuenta con un texto de Kosme de Barañano, un crítico no precisamente de mi devoción, aunque la magníficas reproducciónes de los grabados hace que merezca la pena hacerse con él.Doy la referencia por si alguien tiene interés.Otto DixDer Krieg (La serie de grabados La guerra)Ayuntamiento de Guernica1987Otro artista que nos dejará su visión lúcida de aquel matarile es el pintor Max Beckmann que se incorporó a la guerra como camillero. Las xilografías de las morgues y sus cadáveres esperando a ser introducidos en los ataudes son inolvidables. Beckmann tuvo que abandonar aquel trabajo por problemas mentales. Su crisis fue desatada por el horror que pudo contemplar, al igual que Dix, en directo. Desde entonces pensaría con angustia y dolor que una deidad malvada es la que gobierna el mundo.

  10. el rufián melancólico

    ¡Excelente el texto de Holitscher Bremaneur!No lo recordaba y eso que es un autor del que guardo un excelente recuerdo. Su Baedeker de los locos, ilustrado por Masereel es todavía relativamente fácil de encontrar y merece absolutamente la pena hacerse con el.

  11. El rufián melancólico

    En los libros que dan cuenta de la vida y obra de Masereel se habla de un proyecto inconcluso con Romain Rolland de 1921. Se trataba de una película de dibujos animados. Tenía por título La rebelión de las maquinas. Tal vez Don Pedro pueda ofrecernos alguna pista más de tan seductora empresa.

  12. Aquitania

    Mi visita a Madrid la originó el deseo de asistir a una representación de Tristán e Isolda en el T. Real, motivo suficiente para organizarme un viajecito de 3 días (sábado, domingo y lunes). La cosa tenía su emoción, pues no tenía entrada y sabía que estaban agotadas. El resto del tiempo lo dedicaría a cumplir con algunos de los muchos rituales que tengo cuando visito la capital: desayunar café y pincho de tortilla, tomar un cosomé en la tienda de Lhardy, comer cocido en La Bola, tomar una copa en el Café Central, ir al teatro, ir al Rastro, etc. Y estaba contenta con mis planes. Pero surgió la posibilidad de visitar el Rastro acompañada por Rufián. Y aún me puse más contenta. Y cuando estoy contenta (lo que ocurre con frecuencia, he de admitirlo), me crezco y me crezco hasta tal punto, que creo que todo es posible, así es que decidí añadirle una emoción más al viaje: conseguir entrada, el sábado noche, para ver a Tricicle, sabiendo que también estaban agotadas. ¡Y todo lo conseguí! Bueno, todo no. El itinerario que tenía previsto para el domingo por la mañana, lo cumplí al pie de la letra, sin desviarme un poquito. Hacía tanto frío y tenía tantas ganas de llegar, que lo hice antes de tiempo (cosa inusual en mí que tengo una cierta tendencia a llegar tarde). Volví sobre mis pasos por Las Maldonadas y me tomé el café (y el pincho) en los Diamantes, en la plz. de la Cebada mientras me preguntaba cómo sabría si era él? me acercaría a cualquier señor que viera parado con cara de buscar a alguíen y le preguntaría ¿Rufián? Eso podría dar lugar a cualquier cosa, mejor no. Con menos frío, el estómago satisfecho y mucha expectación, volví a la plz. Cascorro. Oculta tras las gafas negras de sol y simulando prestar atención a un chaval que decía hacer magia con una cuerda, a los pies de la estatua, observaba con detenimiento a todo el personal que por allí transitaba. Nadie se acercó a preguntarme si era Aquitania y yo no me atreví a preguntarle a nadie si era Rufián (por lo que pudiera pasar). Mi natural optimismo fue decayendo y, con ese estado de ánimo, me dirigí a la calle Carnero y aledaños. Compré dos libros por comprar, no conseguía centrarme. Hubiera podido ser tan distinto….! A las 12 me fui.

  13. el rufián melancólico

    Aquitania. Estaba desando volver a leerla. Es una lástima que no nos encontrásemos y lo más curioso es que yo también recuerdo al mago.No le demos más vueltas. Los Dioses, caprichosos y veletas, confundieron nuestros pasos, ellos sabrán porque. No desisto de conocerla, si vuelve por Madrid llamemé y estaré encantado de acompañarla, bien sea a la Bola, a Lhardy, al Rastro o al mismísimo infierno.Mientras tanto andaré por esta mansión ruinosa pero acogedora que nos brinda nuestro buen amigo Bremaneur.

  14. el rufián melancólico

    Sigo sumergido en aquella guerra.Releo a Celine y su Viaje. «Todo se consumía en llamas, las iglesias, los graneros, unos tras otros, los almiares, que hacían las llamas más vivas, más altas que las demás, y despues las vigas, que se alzaban rectas en la noche, con barbas de pavesas, antes de caer en la hoguera.Se distingue bien como arde una aldea, incluso a veinte kilometros. Era alegre, una aldehuela de nada, que ni siquiera se veía de día, al fondo de un campito sin gracia, bueno, pues, ¡no os podeis imaginar, cuando arde, el efecto que puede llegar a hacer! ¡Recuerda a Notre-dame! Se tira toda una noche ardiendo, una aldea, aun pequeña, al final parece una flor enorme, despues solo un capullo y luego nada.Empieza a husmear y ya es la mañana.Los caballos, que dejabamos ensillados, por el campo cerca, no se movían. Nosotros nos ibamos a sobar en la hierba, salvo uno, que se quedaba de guardia, por turno, claro está. Pero, cuando hay fuegos que contemplar, la noche pasa mucho mejor, no es algo que soportar, ya no es soledad.Lástima que no durararan demasiado las aldeas… Al cabo de un mes, en aquella región, ya no quedaba ni una. Los bosques también recibieron lo suyo, del cañón. No duraron más de ocho días. También hacen fuegos hermosos los bosques, pero apenas duran.Despues de aquello, las columnas de artillería tomaron todas las carreteras en un sentido y los civiles se escapaban en el otro.En resumen, ya no podíamos ni ir ni volver; teníamos que quedarnos donde estabamos.Hacíamos cola para ir a diñarla. Ni siquiera el general encontraba ya campamentos sin soldados. Acabamos durmiendo todos en pleno campo, el general y quien no era general. Los que aún conservaban algo de valor lo perdieron. A partir de aquellos meses empezaron a fusilar a soldados para levantarles la moral, por escuadras, y a citar al gendarme en la orden del día por la forma como hacía su guerrita, la profunda, la auténtica de verdad».Viaje al fin de la nocheLouis Ferdinand Cèline

  15. Gongren

    Creo que les gustará…<>La trompeta de Gol-Mullah<>Velímir JlebnikovNosotros, a los que el viento del Caspio ha bronceado,hombres de piel roja, cuerpos de gigante,en esta hora cantamos por la libertad,glorificando el ateísmo y la licencia.Que el que se venda, calle, pues al finaquel cuyo juramento al mar es sólo engañoverá cómo se adelanta triunfal el canto marino.Y pues, viento, ¿a qué esperas?

  16. el rufián melancólico

    Gongren, le juro que la aprenderé de memoria y si llega la ocasión se la susurraré al oido a cierta dama. Ah…el viento marino que nos atormenta.

  17. Bremaneur

    Gongren, esos versos causan demasiado desasosiego. Casi tanto como el Céline que nos ha traído el rufián del Rufián. En Berlín no es difícil dar con cartas y fotografías de soldados de la Gran Guerra. Por algún lado debo de tener alguna que compré no hace mucho. Mañana procuraré traerles una descripción de Masereel escrita en los diarios de la guerra de Romain Rolland. Y una carta de Zweig en la que conmina a Masereel a no acudir a Múnich, pues era difícil encontrar editor en esa ciudad (y allí encontraría a Kurt Wolff, cuyas memorias espero revisar este fin de semana).Respecto a mi futura vida monacal espero darle parte muy pronto, Rufián. Ascesis, ascesis, ascesis.Mañana le reenvío el correo perdido y el artículo prometido. Creo que le sorprenderá.

  18. el rufián melancólico

    los humos de las hogueras de Caos encendidas por Gongren me hacen cerrar los ojos. Entre visiones creo ver llegar de su mano al poeta dadaista con un pensamiento en la boca. ¿Es necesaria la poesía? yo sé que quienes gritan más fuerte contra ella son los que sin saberlo, le desan y le preparan una posición mas confortable. A eso lo llaman higiene futura.Se habla de la muerte -siempre próxima- del arte. Aquí, en cambio, desamos un arte más arte. La higiene se vuelve pureza, dios mío, diós mío.¿Ya no se debe creer en las palabras? ¿Cuánto tiempo hace que expresan lo contrario que el órgano que las emite, piensa y quiere?He aquí el gran secreto:EL PENSAMIENTO SE FORMA EN LA BOCA.Me sigo pareciendo muy simpático.Tristan TzaraManifiesto sobre el amor débil y el amor amargo.

  19. El rufián melancólico

    Me tiene usted desconcertado Bremaneur. Miedo me da eso de la áscesis. La vida contemplativa, que quiere que le diga, es una ilusión todavía más peligrosa que la del caos. Esperaré impaciente sus noticias. (Lo que no debe de abandonar son sus collages, que ya tengo yo ganas de echar una ojeada a sus carpetas.)

  20. Gongren

    Quizás la ascesis no sea más que el último estadio en el camino del libertino, piensen en Huysmans, o en Bataille.Les dejo un poemita más de Jlebnikov. Y si, tras leerlos no saben qué decir, sigan el asterisco*.<>Risa<>¡Sonreíd, reidores!¡Engreíd, risueños!¡Reíd con risotadas! ¡Cuántos hazmerreír, tan ridículos!¡Reíd, reíd, pero risiblemente!¡Venga, sonrisueños rientes! (Risoteos de irrisorios risibles.)¡Viva la risibilidad, la ridícula rísica de irrisibles rientes!¿Ristoleros? ¡Ristoleros!Risos irrisorios de risadas reidoras.¡Qué irrisorios! ¡Qué irrisorios!(Sonriamos risueños…)* «La fascinación de estos versos reside en que no significan nada.»

  21. Aquitania

    Eso debió ser, Rufián, los dioses, juguetones y traviesos, que parece que los estoy viendo allí arriba, en una especie de nube, observándonos y divirtiéndose, viendo como vamos cada uno por nuestro lado, buscándonos, quizás incluso nos cruzamos.Bueno, tal vez la próxima, que puede que sea en febrero. Le mantendré informado. Mientras tanto, seguiré acompañándoles en sus tertulias.Quería agradecer al Sr. Gongren su frase del otro día: «Aquitania es (…) como la sin par Conchita».

  22. el rufián melancólico

    Obligaciones rufianescas y circenses me reclaman de imprevisto en Segovia. Lastima, ahora que nos visitaba la gentil Aquitania. Estaré de vuelta a la noche y veré como se han portado. Gongren, mañana temprano salgo para Barcelona. Permaneceré allí hasta el sábado tarde. Brema tiene mis telefonos y mi correo. Déjele el suyo y le llamo para vernos con Don Pedro. Vaya pensando en un restaurante de esos que aconseja sabiamente.

  23. Gongren

    Estimado Rufián:Así lo haré. ¿Qué le parece el Flash Flash? Abre durante todo el día y permite largas sobremesas. Si prefiere algo más refinado, tenemos enfrente Il Giardinetto, que también tiene su gracia.Por otra parte, hay un garito en la calle Córcega, muy cerca del Paseo de Gracia, donde preparan un buen gin tonic con ginebra Citadelle y tónica Fever. De todos modos, con usted y don Pedro, a cualquier parte.Buen viaje y hasta pronto.

  24. Bremaneur

    Latzko encuentra en mi casa a los Masereel. El buen gigante Frans Masereel me es todavía más simpático que en su última visita. Es de admirable modestia, lealtad, bondad. Acaba de regalarme su nueva obra, las <>Veinticinco estampas de la Pasión de un Hombre<>, de las que me gustan sobre todo las más sencillas y las menos dramáticas. (Le recomiendo mucho que haga así historias y vidas sencillas, sin catástrofes; la humilde, vida cotidiana.) Me expresa el deseo de hacer de mí una serie de croquis y lo acepto con mucho gusto, pues me desagrada pasar a la posteridad con las facciones de la larva baudelairiana del museo de Lyon. También Masereel tiene disgustos con la autoridad militar de su país. Es belga, y sacó en el sorteo uno de los últimos números. Pero desde la guerra, un decreto ha abolido las excepciones antiguas. Masereel se niega a admitir ese decreto, por ilegal, pues ha sido promulgado sin consultar a las cámaras. Además, por motivos de conciencia,se niega al servicio armado. Su cónsul en Ginebra quisiera hacerle firmar un enganche voluntario. No consiente en ello. Ha tenido violentas discusiones con el cónsul. Pero lo curioso es que el consulado, sin cansarse, sigue enviándole cartas, intentando siempre que cambie su decisión. Por doquier, en todos los países, los gobiernos arden del mismo deseo de librarse de sus pacifistas de talento, de hacerlos callar a todo precio, evitando el escándalo en cuanto sea posible. (Masereel me confía cuán grande es su sufrimiento. Ya no puede concebir el estado de optimismo whitmaniano en que se hallaba hace dos años. No me cuesta trabajo comprender su tristeza. ¿Cómo había de ser de otro modo, después del espantoso enclaustramiento de su pensamiento en imágenes de muerte, desde hace dos años? Sin contar con la obligación aplastante de entregar todas las tardes, a hora fija, un dibujo de actualidad para la primera página de <>La Feuille<>. Trato de reconfortarlo orientando su pensamiento y su arte hacia horizontes más serenos y más amplios.)Romain Rolland. <>Diario de los años de guerra, 1914-1919<>. 13 de septiembre de 1918.

  25. el rufián melancólico

    Entrañable el Masereel reflejado en las palabras de Romain Rolland. Llama la atención como este intenta atemperar el pulso expresionista del flamenco ante la incomodidad que le provocan sus imagenes de destrucción y muerte . Su recomendación para que abra el pensamiento a terrenos mas amplios y serenos, (nostalgia del clasicismo) parece contradictoria con la naturaleza misma del Masereel que entrevemos: Nervioso, inquieto, atormentado, sensible en extremo…

  26. Rufian y Don Pedro

    Desde la Barcelona más canballa, desde aquella calle de Avinyó donde Picasso se alviaba, les mandamos un saludo a nuestros contertulios. Pronto tendremos novedades de nuestra actriz favorita. Hasta pronto pues

  27. Bremaneur

    Rufianes, canallas y bandidos. Este náufrago espera ávido de noticias. Expláyense, bellacos.

  28. Gongren

    <>De la imposibilidad de explicar lo ocurrido ayer<><>(A modo de descargo)<>Pocas veces un nombre hace tan poca justicia a quien lo lleva. Quien se imagine al Rufián como una suerte de pirata varado en tierra sepa que se equivoca por completo, pues lo suyo no es la navegación de cabotaje, sino la faena de altura. Y no es para menos: curtido en mares de óleo y celuloide, y avezado en capear temporales de tinta y papeles viejos, es un arponero diestro que sigue con paciencia el rastro de salitre, sangre y pólvora de sus piezas. Hay algo antiguo en su porte y en su manera de hablar, quizás un leve acento que evoca bosques envueltos en la niebla, apenas rozados por la aurora, y cielos lejanos que las gentes vulgares ni acertamos a imaginar. Da igual. Ayer la fortuna me sonrió por unas horas y pude acompañarlo en un corto pero intenso periplo: en poco más de quinientos metros recorrí de su brazo un Madrid de suntuosos hoteles y bares cubiertos de polvo y neón en los que se dieron cita espías, militares, chekistas, putas y milicianos; me mostró la Valencia republicana, donde agentes soviéticos sembraban el horror entre los palmerales y donde el mar era la única salida; lo acompañé por Malasaña y Lavapiés en pos de una Movida que, como siempre, me dio la espalda; me habló de pintores, libreros, ensayistas, escritores de toda laya y condición con una familiaridad tal que, pasado ya un rato, me descubrí tratándolos por su nombre de pila, tal era su capacidad para que te sintieras, a su lado, como un viejo amigo.Uno, mientras dejaba atrás el hotel, aturdido por tantos nombres, con el ánimo excitado por tantas historias, apenas daba crédito a lo sucedido. Sólo estaba seguro de algo: el melancólico era yo.Y es que, quizás por fortuna, las palabras ya no son lo que eran.

  29. el rufián

    Buenas noches Bremaneur. Recien llegado a esta villa y corte de los milagros cumplo con lo prometido. Debe perdonar nuestra parquedad en el post anterior. Don Pedro y yo estábamos desfallecidos y un tanto hambrientos y ya sabe que contra la creencia común no son estas las mejores condiciones para lucir la pluma.El viaje ha superado todas las expectativas previstas.Al encuentro con Gongren en el Flash Flash, un acierto su elección, no pudo acudir Don Pedro pués la noche anterior sus desvaríos etílicos en el Raval (me arrepiento de haberle jaleado en tal empresa) le pasaron una dolorosa factura de la cual no pudo reponerse hasta bien entrada la tarde del día siguiente. Del encuentro con nuestro buen amigo Gongren le diré que ha sido una verdadera delicia. Su amabilidad y generosidad, su delicadeza, amplia cultura y esa innata elegancia de la que por desgracia Don Pedro y yo carecemos, ha hecho profunda mella en nuestros espíritus. Es un verdadero honor tenerlo por contertulio. Nuestra larga sobremesa al calor de unos carajillos de ron en el Café Berlín sólo se vió empañada por la melancolía de no poder contar con su presencia. Créame que le echamos de menos. Cuando abandonamos horas despues el Café nos dirigimos al Hotel donde me he alojado en estos días y allí tuvimos la dicha de encontrar a Don Pedro, aunque eso si, un tanto descamisado y con la huellas inevitables en los ojos que dejan las noches impías. Tras las presentaciones de rigor no tardó en salir a la palestra por boca de Don Pedro el nombre querido de las Montenegro, deslumbrándonos a Gongren y a mi con nuevos descubrimientos fotográficos, chismes subidos de tono y secretos inconfesables de las malandanzas americanas de Conchita. Mucho me temo amigo Bremaneur que al igual que sucede en los hoteles tendremos que nominar uno de los salones de esta amplia biblioteca como Salón Montenegro. Aquí, si le parece bien, alojaríamos nuestra mejor literatura galante y sicalíptica. Cuando Gongren nos abandonó Don Pedro y yo encaminamos nuestros pasos al Cine Alexandra pero esa es ya otra historia que le contaré más detenidamente en un próximo correo.

  30. Gongren

    «Su amabilidad y generosidad, su delicadeza, amplia cultura y esa innata elegancia de la que por desgracia Don Pedro y yo carecemos, ha hecho profunda mella en nuestros espíritus.»Estimado Rufián, es usted demasiado generoso conmigo o… ahora que lo pienso… ¿y si alguien me suplantó ayer por la tarde? Quizás por eso apenas puedo ordenar mis ideas…Un fuerte abrazo. Barcelona es el ayer. El mañana está en Berlín.

  31. el rufián

    Gongren. No había leido su post cuando escribí el mio. Es usted muy amable en el retrato que me hace y yo se lo agradezco. Para mi fue también una tarde inolvidable, un nuevo regalo sorpresa nacido al calor de esta cálida biblioteca. Espero impaciente un próximo encuentro, aunque no permitiremos esta vez faltar a Bremaneur. Si es necesario nos iremos a Berlín.

  32. Gongren

    Estimado Rufián: fue un placer. De todos modos, temo pecar de injusto. Debo ponerme a escribir sendos retratos de Don Pedro y, sobre todo, nuestro gran anfitrión, Bremaneur.(Sobre I., maravillosa comapañía, si me lo permite, guardaré silencio, aunque al llegar a casa le comenté a Y. lo sorprendido que me dejó. Es usted muy afortunado.)

Deja un comentario